Visita a Villafranca del Bierzo

La llegada a Villafranca del Bierzo, localidad desde donde íbamos a iniciar nuestro viaje a Santiago, se produjo aproximadamente a las 15’30 horas, media hora mas tarde de la parada de descanso en la Estación de Ponferrada. El autobús paró en un ensanche de la carretera, y bajamos rápidamente del mismo. Fue entonces donde se produjo la primera pequeña anécdota al momento de descargar las mochilas del autobús: nos equivocamos… ¿los nervios? ¿el despiste? empezamos a sacar varias maletas, una tras otra, pensando que nuestras mochilas quedaban tras ellas, creando un poco de confusión, y casi como un muelle bajaba echando pestes y maldiciendo… -¡qué cojones hacen! (eso lo decía uno de los conductores mientras venía hacia nosotros moviendo en aspas los brazos…).

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Finalmente, alguno de los tres, nos percatamos de que las tres mochilas quedaban a la derecha, y que no era necesario sacar el resto de de maletas y desarmar el equipaje de medio autobús. ¡un fallo lo tiene cualquiera…! ¿no? 🙂
Ya… la anécdota resulta bastante tonta… pero en los viajes suelen pasar esas cosas, y el alboroto que montamos para sacar las puñeteras mochilas, parece que no pasó inadvertido al resto de pasajeros, algunos de los cuales sin duda respirarían con tranquilidad al vernos marchar. [uno de mis fallos, y de eso entono el mea culpa, fue el de atar con un ingenioso nudo al estilo programador prevenido, los tres «palos», llamados bordones. Mi idea era que no se movieran pero aquello hubiera necesitado de un marinero experto en nudos de máxima seguridad para separarlos, siendo esto en parte culpable de que se quedarán atrancados con el resto de equipaje de los pasajeros y de que el mismo conductor nos mirara con esa cara que dice muy pocas cosas bonitas… Yo tomé nota para no volver a hacerlo 😀 ]
[¡que cabronazo! ¡te callaste como un… ]


Y nos quedamos los tres, tras marcharse el dichoso autobús como un poco… -¿como lo diría? – ¿desorientados? Allí estábamos en medio de la carretera, con un sol que caía a plomo y de Villafranca nada de nada. La suponíamos tras un ligera loma y tras preguntar en una especie de restaurante, iniciamos nuestro camino, cargando por primera vez con las mochilas.
Villafranca del Bierzo, efectivamente, quedaba tras esa loma y no andaba lejos de nosotros. Como es natural, lo primero que se nos pudo ocurrir, era buscar el alojamiento, que contratamos previamente y que os tengo que confesar, y eso creo que es compartido, fue un acierto total. El hostal quedaba sobre un riachuelo -lo podéis ver en la foto-. Casi se puede ver también en la foto las dos habitaciones que reservamos, (si se pudiera enfocar un pelin mas hacia arriba). Una delicia sacar la cabeza por la habitación y escuchar el murmullo del agua… Al Salva le gustó tanto las vistas que se obstinó en hacer varias fotos con todo tipo de poses: ahora yo con el, luego con el Pepe, luego como abrazándonos, de lado, el río solo, pasando un coche… Eso de tener la cámara recién cargada tiene esas cosas.
Así que no tardamos en subir a la Casa Hostal Méndez y en tomar posesión del alojamiento. La intención era muy española: dormir la siesta un par de horas, y luego, ya descansados, pasear un rato por el pueblo y ver que había por allí de interesante… [Seguro que hay algún malpensado que piensa que un primer día de camino es un buen motivo para correrse una pequeña juerga. Estabamos frescos como lechugas recién cortadas y la novedad del sitio y el hecho de estar solos ideal… Yo, y hablo por mi, también pensé algo parecido cuando vi montados los escenarios de alguna actuación que iba a ser celebrada en esa misma noche. Era una especie de festival folklorico que iba a ser aderezado y regado con abundante cerveza -tenía toda la pinta de eso-. ¡Casi me corren a boinazos…y la verdad es que tenían razón! [¡Teníamos que descansar para el día siguiente! ] [Pero bueno, 6 horas de autobús sin a penas descanso, la noche anterior sin dormir, también en autobús, una etapa para el día siguiente que sabíamos era dura con un desnivel de 600 Mtos. En 8 kilómetros finales, y quieres salir de juerga??????]
Y pasamos gran parte de la tarde paseando por el pueblo, riéndonos, picoteando en un par de terrazas inmensas junto a una de las iglesias (la colegiata) y sinceramente, nos pareció un pueblo muy acogedor y bastante hermoso. La gente con la que pudimos compartir cuatro palabras, resultaron ser -todos- personas bastante educadas.
Abajo, al final de la página, os hemos dejado unas cuantas fotografías y vistas de la ciudad.
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Aquí podeis ver una fotografía junto a nuestro riachuelo…
La Colegiata, una construcción del siglo xv, según rezaba alguno de los carteles nos pareció muy interesante, así como el Convento de los Franciscanos. Este último, era explicado con algo mas de detalle, por una señorita de turismo que padecía el frío de la ermita, en el interior de la misma, sentada junto a una mesa sobre la que tenía algunos folletos. ¡quizás fuera eso lo que explicase su buen aspecto y el conservarse tan lozana! Así que los tres intercambiamos algunas parrafadas y nos contó algunas cosas sobre varias de las capillas del mismo.
Pero lo que mas nos gustó sin duda fue la puerta o Pórtico del Perdón, en la iglesia de Santiago, por diversos motivos: las vistas entre otras. Hicimos algunas fotografías también en diversas poses -solos, sentados, de pie, sonriendo- . Ya sabéis que es lo típico que se suele hacer en esos casos y aquel especie de safari fotográfico duro cerca de dos horas, que nos mantuvieron ocupados hasta la vuelta al Hostal para cenar.
¿Qué os puedo decir de la cena? Muy buena. [¡excelente!][ Recibimos la primera lección….”En León y Galicia las medidas de los platos son diferentes. Ellos llaman platos a las fuentes”. Menuda comilona, digna de reyes] Muchas risas, vino y casera. A nuestro lado, un par de mesas mas atrás, había una mujer bastante mayor pero comía como una verdadera lima. Pedimos comida casera, típica de allí y tras un buen rato de digestión y de charla, decidimos continuar los preparativos de la primera jornada de camino en el Centro de Operaciones (la habitación de los dos Salvas) [dormimos juntos… ¡eh! sin mariconadas] Y luego de eso, cada mochuelo a su olivo y el Pepe marcho a su habitación a retozar [a la media hora ya se oían los primeros ronquidos ¿eh, chikin?]. Y Salva Pérez y servidor, nos quedamos hablando de nuestras cosas: el intentando dormir y yo dando la vara y con muy poco sueño…

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Domingo, 25 de Julio del 2004

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