Salida

El autobús que nos iba a llevar a Madrid llegó a la estación de Autobuses de Alicante con puntualidad según me dijeron. Yo lo hacía con cierto retraso y mis compañeros, acompañados también de familiares, intercambiaban risas y bromas de forma relajada. Nos saludamos. El primero en llegar a la estación fue el Pérez, nuestro Salva Pérez, que acudió a aquel pequeño evento con el tío de su esposa, al parecer un «cachondo mental» sacado de alguna chistera para aquella ocasión. Don José, er «Pepe», se custodiaba con su suegro y la hija de su suegro y a la par mujer suya. Un lió. ¡Vamos..! Su mujer y el padre de la misma. Besos, muchos besos y sonrisas, y todo eso que se suele hacer antes despedirse.
Alguien dijo lo de la foto. Sí… ya sabéis. La típica foto cargados de mochilas y la ropa más limpia que un jaspe. Supongo que íbamos peinados y repeinados, bien afeitados y oliendo para la ocasión. Creo que aquel evento fue inmortalizado por mi cuñado Emilio, nuestro metereologo particular, del que ya os he hecho referencia en la página de los preparativos. Atentos al pajarito…!!!! ¡Lástima que la estación de Alicante, no hiciera honor a tal acontecimiento tan entrañable! Se nos mostraba bastante sucia y descuidada.
Veamos la foto…Estación de Alicante
Las vísperas de la salida, las horas previas, se nos antojan algo complicadas para cada uno de nosotros, según los primeros comentarios. Un día ciertamente complejo, en el que hubo cada cual de satisfacer sus propios obstáculos, ninguno lo suficiente grande para hacernos desistir de la aventura que en teoría iniciábamos. Y esas caras reflejaban en esa primera foto, todo esto y algo más.
Nos despedimos de todo el mundo y subimos al autobús, que esperaba paciente. El conductor algo menos paciente, nos iba a demostrar que Carlos Sainz posiblemente era un aprendiz y que lo suyo era la velocidad.
La compañía Alsa tiene buenos pilotos, capaces de «acojonar» a 60 0 70 ciudadanos de bien, que esperan tan solo un viaje apacible y se encuentran en una pequeña pesadilla donde la necesidad de llegar a la hora al destino esta por encima de cualquier otra prebenda. Yo no se los demás pero si que se que en algunos momentos pasé miedo… De nada me servia cerrar los ojos e intentar dormir, porque me imaginaba despeñado por cualquier barranco de esos. Me consolaban los resoplidos del Perez en mi nuca, apoyado con su saco de dormir en mi cogote e intentando conciliar el sueño. Pepe tuvo menos suerte… A su lado dormitaba un individuo extraño del que llegamos a pensar que hubiera muerto en un sueño profundo y etílico. Era un especie de bulto enorme, recostado sobre el cristal de la ventanilla, inerte y silencioso. Aquel ser extraño durmió toda la noche.
Del resto poco que contar. A nuestras espaldas y en un asiento posterior, intentaba ligar con una suiza de 19 años, un hombretón ya entrado en edad, y ésta se mostraba bastante indiferente. Era bastante ridículo todo aquello y no podíamos mas que sonreír.
En algún momento se oyó por el altavoz la voz del acelerado conductor: -30 minutos para descanso. Anden 3… Y bajaron al unísono las 60 o 70 almas (menos una) a estirar las piernas y visitar el urinario, como si de una sola persona se tratara. Todas pensaron lo mismo, según parece. Esa era la «estación» de la Jineta, un lugar de parada para consumo del personal y desahogo de algunos esfínteres. De aquel mercado, el Pérez se hizo con una bolsa de yayitas que andaría con nosotros durante varios días más. Las yayitas que nunca se acababan. Las angustiosas y saciantes yayitas de miel.
A Madrid llegamos a las 6 en punto de la mañana. Ni un minuto mas, ni un minuto menos. La puntualidad fruto de quien ya saben. Y la estación Sur, mucho mas grande que la de Alicante, pero antigua también y con rostro sucio y desaliñado. Mucha gente y cada una a su «bola». A los de pueblo nos impresiona tanta humanidad por lo que parece. Y allí estuvimos cerca de cuatro horas, ni un minuto mas, ni un minuto menos, valga la repetición.


Estación Sur de Madrid (Autobuses)

El reloj marcaba las diez de la mañana y recorríamos el anden intentando averiguar cual era nuestro vehículo, hasta que finalmente dimos con él. Otro Alsa, pero a diferencia del primero, capitaneado por un individuo de mayor edad y menos nerviosismo. Este hombre tenía menos prisa gracias a Dios.
El destino nuestro era Villafranca del Bierzo, desde donde iniciaríamos la primera etapa del camino. Ríanse. El autobús no hizo parada alguna hasta media hora antes de llegar a la misma. Fueron 4 horas y pico encarcelados. ¡Eso se avisa y hubiéramos almorzado algo mas que un vaso de leche! Así que llegamos a Ponferrada y en los 25 minutos de parada descubrimos que todas las estaciones son iguales: iguales de caras, iguales de sucias, iguales de todo… un verdadero asco.
Varios bocadillos y un refresco al inquietante precio de 20 euros. Bocadillos congelados y apaleados. Un verdadero robo a mano armada, al estilo de Jose María el Tempranillo.
¿Y el aseo?. No hablemos del servicio (wc). Jamás vi algo tan asqueroso y que pudiera oler tan mal. Una verdadera trampa mortal. Creo que Pepe vomitó, o falto poco para ello. ¡Tal era la repugnancia!

 

25 de Julio del 2004

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