De Villafranca del Bierzo a O Cebreiro

Suelen decir, y creo que no sin razón, que la etapa que nos va a llevar al pueblo de O Cebreiro viene a ser una de las mas duras del Camino. En una escala hipotética de valoración del esfuerzo, podría obtener fácilmente una nota de sobresaliente, pero no ya valorado por nosotros -que a fin de cuentas somos nóveles en este tipo de salidas- sino por los expertos, esos que saben de verdad, los que opinan en otras páginas mas serias que estas. Y por lo que parece, nosotros somos bastante masoquistas, porque después de tener ya planificado el viaje, con una salida inicial en O Cebreiro, alteramos todo para salir desde Villafranca. ¡Mi amigo Salva decía que eso era lo auténtico, [¡lo autentic…!] y fiándonos de su instinto nos dejamos llevar ilusionados!.
Equivocación o acierto, eso queda un poco al criterio de quien lo valore, pero lo que no deja ser verdad, lo mire quien lo mire, es que el sobreesfuerzo inicial de esta primera etapa nos iba a descubrir uno de los errores garrafales en los que pudimos incurrir. Y conste que digo esto para que si algún día te decides a ir no caigas en el mismo error que nosotros [yo sobretodo]. Hablamos del sobrepeso de las mochilas y de las cosas que se previenen y que finalmente no son necesarias. ¡En serio! Pepe fue el mas prudente, y cargo su mochila con lo justo, -quizá de menos-. Salva también. Aun así, dado que prevenimos la necesidad de una tienda de campaña, por si fuera necesario dormir a la intemperie, y de todo lo relacionado con esto, podemos hablar de un sobrepeso claro en sus mochilas: ¿9, 10 kgs?. Nos falto cargar tambien con una cafetera…
Yo la cagué… [risas de fondo] Mi mochila podía pesar entre 13 y 14 kgs. porque yo tuve en cuenta ropa de abrigo y me falto llevar el abrigo y una manta. 🙂 [Y el gorro de dormir…] Así que nuestro consejo, para la posteridad es que la mochila se llene con lo justo y que supere en ningún caso los 7 kgs. Si es posible pasad de tiendas de campaña… que es una tontería, dado que los albergues hacen hueco hasta debajo de una escalera, si hace falta. La primera noche, dormimos en el suelo del albergue de O Cebreiro, bajo el hueco de una escalera que da paso a los dormitorios…[Ah, ¿¿pero dormisteis??]
Pero vamos al principio de la etapa, que se iniciaba unos minutos mas tarde de las 7 de la mañana en Villafranca. Me queda el recuerdo esa mañana como una mañana fría, muy fría y apagada. Con la mochila al hombro por primera vez, ya de forma seria, iniciamos los primeros pasos hasta encontrarnos con un puentecillo que quedaba a mano izquierda de la carretera. Es el de la primera foto que hay un poco mas arriba. Salva no paraba de repetir eso de que todo era muy guapo. Era como una cantinela que se repetía en cada etapa, a medida que se descubrían los accidentes orográficos, la vegetación frondosa o los riachuelos y ríos que acompañaban al camino … ¡che que chulo…! ¡che, que chulo…! Cuando no era uno, era otro el que lo decía.
Desayunamos en Pereje, que fue nuestra primera parada para tomar unas tostadas en el primer desayuno de la mañana. ¡Por cierto: un sablazo! La niña muy simpática, muy rubia, pero nos voló 11 €, cantidad nada despreciable para tres tristes cafés con leche y unas rebanas de pan. Pereje tiene 26 habitantes según nos dijo. Casas viejas y maltrechas, llenas de piedra y de madera carcomida, con ese olor tan característico que le da la humedad.
Nuestra idea era llegar a Herrerías, y que fuera allí, tras la comida del mediodía, desde donde iniciáramos la subida a O Cebreiro. Así que desde Pereje a Herrerías prácticamente paso nuestro camino bordeando la Nac. 6, con bastantes tramos de asfalto. En ese trayecto fue donde pudimos agarrar por los cuernos a los vacunos de las fotos. Para los que no vemos vacas salvo en las fotos y en los San Fermines de los telediarios, son animales inmensos. El cuidador (¿vaquero?) que las pastoreaba, fue muy educado y amable, y nos ofreció que nos acercáramos y que las tocáramos. Estaban limpias y cuidadas.
Así que aprovechamos la ocasión para hacernos fotos con el animal, y que quedara el recuerdo de lo cerca que hemos estado.

Una de las cosas más hermosas que aprendimos ese primer día fue sin duda eso de: ¡buen camino!. Desear buen camino para una persona que no conoces y que se cruza contigo, así sin mas, sin otra razón que la de desearle que todo le vaya bien. Ese lema se repite allá donde vayas. ¡Que pasa un ciclista a «pijo sacado» (perdón por el vulgarismo), seguro que oyes como te desea buen camino! ¡Que te cruzas con otros peregrinos andando, lo mismo! Durante todo el camino de Santiago nos hemos cruzado con gente que no conocíamos, de todas las estaturas, clases sociales y sexo, y la mayoría, todos, nos han deseado ¡Buen camino! Y es entonces cuando te das cuenta un poco de lo aislado que te encuentras en las ciudades, y como nos hemos acostumbrado a ese modo de vida. Nos cuesta hasta dar los buenos días al vecino que sube con nosotros al ascensor, porque no queremos compromisos, no queremos que nadie nos complique la vida. Pues no… señores. Cambien el chip de cuando en cuando y deseen buen camino, incluso a quienes no conozcan. Seguro que a partir de ese momento es posible que la vida sea un poco más hermosa.
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Llegamos a Herrerías sobre el medio día y decidimos parar en un restaurante. En el primero que vimos… ¡pero que ojo el nuestro! En las tres fotos de bajo apenas se aprecia pero los bocadillos son de lomo y estaban para chuparse los dedos y no dejar ni los huesos. Y además no salió nada, pero que nada, caro frente a lo que pueda parecer por la foto. El restaurante acompaña a una vivienda rural, en la que se puede pedir alojamiento, y tiene un aspecto fantástico para pasar unos cuantos días de vacaciones. Estuvimos descansando algo mas de una hora mientras comíamos aquellos inmensos bocadillos y saneábamos un poco los pies. Nos esperaba todavía lo más duro. Los aproximadamente 8 kms. de subida a O Cebreiro.

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¡Bueno…! Aquí hay dos fotos de la dichosa subida. ¡Durísima en algunos repechos! Sobretodo si tenemos en cuenta que íbamos los tres con sobrepeso en las mochilas. Acabamos sufriendo y tuvimos que hacer varias paradas para refrescarnos y recuperar el aliento;[Sobretodo tú Chikin. Acuérdate del trago de Aquarius congelado y del baño al cuello del chorro de agua también congelada. El resultado de esto ya lo veremos más adelante] eran las primeras horas de la tarde y el sol caía sin piedad. Y entre las anotaciones que tengo como anécdotas, está la existencia de maquinas dispensadoras de bebida fría en los sitios más inesperados, como el quicio de un establo. Sin duda una de las etapas mas hermosas y en la que mas se sufre: damos fe de ello. Un verdadero acierto el hacerla, y no haber prescindido de ella, pues nuestros ojos y nuestros sentidos se llenaron de su paisaje.

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Este último grupo de cuatro fotos, corresponde a una de las vistas que podemos gozar desde O Cebreiro. El pueblo en sí, es pequeño y se compone de un puñado de casas habilitadas como comercios, acompañando a una Iglesia. Y en uno de los extremos queda el Albergue de los peregrinos, una edificación mas moderna y en la que encontramos alojamiento, aunque fuera para dormir en el suelo.
De ese día, que por cierto era mi cumpleaños, me queda el detalle de una opípara cena que compensaba todo el esfuerzo de la jornada. Hablamos de un tiempo de etapa efectivo superior a las 6 horas y media, descontadas los descansos y paradas. Cenamos relajados y entre risas distendidas y bromas y comentarios de la jornada, planificamos la etapa siguiente.
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Lunes, 26 de Julio del 2004

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