De Samos a Ferreiros

Oración del peregrino

Monasterio de Samos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BUENOS DIAS

Buenos días, Señor, a ti el primero
encuentra la mirada
del corazón, apenas nace el día:
tu eres la luz y el sol de mi jornada.

Buenos días, Señor, contigo quiero
andar por la vereda:
tú, mi camino, mi verdad, mi vida;
tu, la esperanza firme que me queda.

Buenos días, Señor, a tí te busco,
levanto a tí las manos
y el corazón, al despertar la aurora:
quiero encontrarte siempre en mis hermanos.

Buenos días, Señor, resucitado,
que traes la alegría
al corazón que va por tus caminos,
¡vencedor de tu muerte y de la mía!

Gloria al Padre de todos, gloria al Hijo
y al Espiritu Santo;
como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos te alabe nuestro canto. Amén.

PLEGARIA

UNO
Marchemos en su paz. El viene con nosotros.
El Maestro caminante y viajero en Galilea.
El maestro yendo y viniendo fatigado…

TODOS
Marchemos en su paz. El viene con nosotros.

UNO
Marchemos con El; bajó a enseñarnos caminos,
a poner nuestros pasos tras los suyos,
a avanzar hacia el Padre, día a día.

TODOS
Marchemos. El viene con nosotros.

UNO
Cuando nacimos comenzó la marcha,
por la vía de la vida y sin parar.
Viajar es nuestro destino.

TODOS
Marchemos. El viene con nosotros.

UNO
Pero nunca solos, aunque la ruta se retuerza,
bien sabemos el camino y sabemos el término,
bien sabemos del peligro y sabemos del compañero…

TODOS
Marchemos. El viene con nosotros.

UNO
Marchar, viajar; avanzar es cansarse.
¡Animo, amigos!, la vida entera se expresa en el camino,
nunca como ahora viviremos tanto.

TODOS
Marchemos. El viene con nosotros.

UNO
Y apretémonos todos, como sarmientos vivos,
esta vida es un viaje, pero también amistad,
un Amigo común nos hace amigos.

TODOS
Marchemos. El viene con nosotros.

UNO
Habrá lances, dificultades y fatigas.
También habrá un Maestro con su brazo fuerte.
Y nuestros cantos y nuestras esperanzas.

TODOS
Amén, amén.

SALMOS

SALMO 120

El salmo 120 es una profesión de fe en la ayuda de Dios de un peregrino que se dirige a Jerusaleén. Esta profesión de fe es tanto más heroica cuanto que el salmista se ve rodeado de peligros que constituyen una fuerte tentación contra su esperanza: ¿De dónde me vendrá el auxilio?. El camino es difícil; resbalar bien posible; pero el salmista no duda: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
También nosotros somos peregrinos en el mundo y también nuestro camino es, con frecuencia, difícil y lleno de dificultades -el día que estamos empezando nos podrá dar, seguramente testimonio de ello-; a menudo vivimos la tentación de levantar nuestros ojos a los montes del poder y de los proyectos meramente humanos. Qué este salmo nos ayude a reafirmarnos en que sólo Dios es la fuerza absoluta, el único que puede realizar plenamente los deseos de nuestro corazón: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitira que resbalé tu pié,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas
ahora y por siempre.

Gloria al padre.

ORACION

Señor, que hiciste el cielo y la tierra,
ven en nuestra ayuda
y no permitas que levantemos nuestros ojos
a los montes de las fuerzas de este mundo;
no permitas que nuestro pie resbale,
apartándose del camino de la fe,
haz, por el contrario, que caminemos siempre,
confiando en que tú guardas
nuestras entradas y salidas
ahora y por siempre.
Por nuesto Señor Jesucristo. Amén

CANTO FINAL

Peregrino ¿a donde vas?
Si no sabes a donde ir.
Peregrino por un Camino
que va a morir.
Si el desierto es un arenal
el desierto de tu vivir
¿Quién te guía
y te acompaña en tu soledad?

SOLO EL MI DIOS
QUE ME DIO LA LIBERTAD
SOLO EL MI DIOS
ME GUIARA. (bis)

Peregrino sin un por qué
Peregrino sin una luz
peregrino por el camino
que va a la cruz.
Dios camina en tu soledad
ilumina tu corazón,
compañero de tus senderos
buscando amor.

SOLO EL MI DIOS…

     Me quedo con una de las últimas frases de la Oración del Peregrino: «Dios camina en tu soledad, ilumina tu corazón…» Porque el camino se parece mucho a nuestra propia vida. No importa cuan acompañado estés, siempre hay un poco de soledad en ese encuentro intimo con Dios, con tu Camino. Pero también es alegría, y prueba de ello es que disfrutamos como enanos a lo largo de todo el viaje (siento la expresión pero no se me ocurre otra), y estuvo lleno, a la par, de momentos de recogimiento y de reflexión. El último que tuve fue en O Cebreiro unos minutos antes de la cena, donde me quede un rato a solas en la capilla de la iglesia, frente a mi buen Jesús, fuera de la vorágine de los días de trabajo, sin prisas, ni móviles, ni coches, ni llamadas, ni pagos, ni nada… Solos yo y el, ¡y con tantas preguntas que hacerle…!. Y el silencio de esos momentos te llena de paz y te reconforta. En esos momentos pensaba también en mi padre… y en muchas cosas más que no vienen a cuento, y que estoy seguro, narraría a poco que me dieran un poco de fuelle: en todas las ocasiones que he desaprovechado y en todas las que -seguro- desaprovecharé…
Y algo así sentí cuando el prior del monasterio de Samos nos bendecía antes de la partida. Eran las seis y media de la mañana y con los ojos todavía entelarañados, encaminábamos el paso hacia la iglesia. Salva y Pepe se ofrecieron para leer parte de estas oraciones en un pequeño acto comunitario que reunió a una gran mayoría de los durmientes en el albergue. De Serbia, de Andalucía, de Estados Unidos, de Portugal, Italia, Polonia, Brasil y Alicante, y mas países que ya no recuerdo… todos fuimos bendecidos por el Prior del Monasterio en ese acto entrañable, que sin duda, hacía olvidar el estado del albergue. Esos minutos compensaban todo, y a nuestra marcha dejamos la voluntad sobre el cepillo del albergue. Hasta los dos economistas se ablandaron y aligeraron el bolsillo del dinero comunitario (nuestro fondo común). Por cierto… y sin que sirva de crítica, harían bien en destinar una parte de los donativos a la reparación de las duchas: el sistema actual que suministra agua caliente mediante dos termos eléctricos, no solo es insuficiente, sino que consigue literalmente que te quemes vivo a poco que el compañero abra o cierre el grifo de la ducha…
Así que, después de dejar como recuerdo, una de las pocos fotos en las que aparecemos los tres juntos, -junto a la puerta de la iglesia del monasterio- y tras recoger los bártulos del albergue, proseguimos nuestro camino hacia Santiago, no sin antes hacer un pequeño alto en el camino para matar la primera hambre de la mañana. Eso fue a la salida del pueblo, en un pequeño bar muy adecentado y en el que pudimos saborear un café con leche y croasanes. Rico, rico… o mas bien: hambre, hambre… que también la había.
Fue un día de vacas y de lluvia. Las encontrábamos de todos los tamaños y de todas las edades, blancas, moteadas o rubias, con los cuernos largos o recortados, con cencerro o sin el. Y las primeras horas de la etapa las pudimos hacer bajo la típica lluvia de Galicia, que nos obligó a disponer por primera vez de los impermeables. Ejem… ejem… [yo disponía de un poncho que me dejaron. No tenía impermeable, ni tampoco ganas de comprar uno tan solo para esos días, y reconozco que me sentía un poco raro con el atuendo, mas propio de una película de terror al estilo psicosis o «se lo que hicisteis el último verano». Lo soporté estoicamente durante un par de horas pero al final prescindí de la prenda 🙂 6_17A_0205
y preferí la esporádica lluvia. Si hubiera llovido mucho… quizas… pero para esa cantidad prefiero mojarme… jeje]

El paisaje de aquellas primeras horas fue un poco mas de lo mismo, dicho esto sin sentido despectivo. Muchas subidas y bajadas, aunque según las anotaciones, fueron mas las primeras que lo segundo. Mucho bosque frondoso, mucha humedad, y mucho campo. Y así hasta Sarria, donde hicimos un alto en el Convento de la Magdalena. Pepe, paso una buena parte del camino narrando historias de templarios y vino como anillo al dedo la llegada a la misma, pues coincidía con el nombre de uno de los protagonistas de la historia. Un poco más abajo tenéis la foto que nos hicimos en el exterior. Aprovechamos la ocasión para que uno de los peregrinos nos hiciera otra foto a los tres, sentados en el banco.[Por el tamaño de la foto no se ve, pero si pudierais acercaros, nos veríais comiendo un poco de fruta que compramos en el pueblo. Casi siempre comprábamos 3 o 4 melocotones para esos momentos en los que te apetecía algo para matar el gusanillo y no caer en las típicas golosinas, o peor aun: en tabletas de chocolate.]
El interior de la iglesia era muy austero y sencillo, pero lo que mas me gustó en realidad era el patio interior del convento, encolumnado y con un porche que resguardaba cada lado. Justo en el centro del patio encontrábamos un pequeño jardín que daba una sensación de sosiego y paz. Se notaba que el sitio era tranquilo y un poco aislado del mundo, como corresponde a estos lugares de oración.

Convento de la Magdalena (Sarriá)

     También recuerdo que nos llamó la atención ver galopar un par de caballos que iban montados por Guardias Civiles, supongo que de alguna división de montaña. Nunca habíamos visto unos ejemplares de caballos tan hermosos, por lo menos tan de cerca, y se les veían cuidados y sobretodo sanos. Saludamos cortésmente a los jinetes y nos marchamos murmurando los tres lo mismo, como viejas. Tenemos una foto de uno de los equinos, pero al final hemos preferido no incluirla.




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     Y a partir de ahí, la etapa ya fue tornándose algo aburrida, quizás más por cansancio y por ganas de llegar al destino que por otros motivos. Poco a poco y a medida que avanzaban las jornadas y recorríamos los kilómetros que nos separaban de Santiago, nos íbamos dando cuenta de que el paisaje empezaba a cambiar también, encontrándolo un poco menos rural y un poco mas urbano. Ya no pensábamos tanto en disfrutar de las vistas, y nuestra mente se concentraba simplemente en caminar, sin creo yo que pensar en nada mas.
El último problema que tuvimos que sortear fue el del alojamiento de esa noche. Los albergues estaban llenos y tampoco teníamos demasiadas ganas de dormir en el suelo, tras la experiencia de Samos y O Cebreiro. Yo también pasé muy mala etapa por culpa de la fiebre, que me acompaño durante todo el día. Así que optamos finalmente por buscarlo en los alrededores, con la buena fortuna de encontrar un par de habitaciones libres en una casa rural en un pueblo ceracano a Ferreiros, casi de ensueño.




     Estas fotos que veis un poco mas arriba, corresponden a la vivienda y a los alrededores de la misma, y os puedo asegurar que el interior todavía resulta mas acogedor si cabe. La verdad es que no teníamos pensamiento de caer en un lugar de esas características, pero la imposibilidad de encontrar un sitio para descansar, y el hecho de que la dueña misma nos recogiera y nos llevara, nos hizo aceptar el alojamiento y contratarlo sin verlo siquiera. Pero bueno… como ya suponéis, también existen sorpresas agradables. Era un poco de ensueño…, con mucha historia, pues mas de cien años ya la habían visto desde su construcción, pero totalmente reformada desde tan solo hace dos. Los dueños eran un matrimonio joven, y la mujer, nos pareció desde el primer momento muy agradable, demostrando una sincera hospitalidad. Estaba la casa en el municipio de Paradela (Lugo).
Así que tras una cena excelente, en la que degustamos algunos platos típicos del lugar, jugamos una par de partidas de cartas y nos fuimos a dormir con el ánimo de recobrar fuerzas para el día siguiente.[No se te olvide que mañana salimos a las …][Salva.. ¿Qué hago?, ¿cierro…?][umm ummmmmm]

No os preocupéis, que yo os lo explico en las primeras líneas de la siguiente etapa..

😉

Miércoles, 28 de Julio del 2004

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